miércoles, 21 de septiembre de 2016

Compartimos la Palabra

  • Llamada, ayer a Mateo; hoy, a nosotros

En el Evangelio tenemos ejemplos de llamadas diversas y a muy distintas personas por parte de Jesús. Hoy hemos proclamado y estamos celebrando la llamada a Mateo. ¿Porque era mejor que los demás? Aparentemente no. Mateo era un publicano, recaudador de impuestos, pecador para los fariseos y despreciado por los judíos por colaborador con Roma y, al menos ocasionalmente, extorsionador.
Los criterios de Jesús al llamar, sanar, atender y salvar no son nuestros criterios ni los de aquellos fariseos que se creían los elegidos, por perfectos y cumplidores. Dios no llama sólo a los buenos, inteligentes y estrictos observantes; llama a todos, ofreciéndoles la filiación, y, como contrapartida, la fraternidad universal. Y nos llama, no por nuestros méritos, sino por los suyos; porque él el bueno y santo.
Si Jesús no tuvo ni tiene acepción de personas, nosotros, sus seguidores, tampoco podemos tenerla. La actitud abierta, transparente y universal de Jesús debería ser hoy la nuestra. Siguiendo el ejemplo del Santo Padre Francisco, nuestra única predilección debería ser la compasión y misericordia hacia los más desvalidos, pobres, solos, enfermos y necesitados.
  • Respuesta de Mateo

Si la llamada es universal, ¿qué pasa con la respuesta? ¿Por qué tiene Jesús tan pocos seguidores? Porque Jesús llama invitando, no empujando; respeta escrupulosamente nuestra libertad y nos ayuda con su gracia para no equivocarnos en la decisión que tomemos; pero, seguimos siendo libres. El libro del Apocalipsis lo expresa así: “Mira que estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y me abre, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo” (Ap 3,20).
Además de libre, la respuesta, si se da, exige un cambio de vida hacia el estilo de Jesús. Mateo secunda inmediatamente la invitación de Jesús, abandona el mostrador de los impuestos y se pone en camino cambiando de dirección. Abandona su pasado, por más gratificante que le pudiera parecer, y acoge al Señor en su casa, como Zaqueo, como Lázaro, Marta y María y como sus mejores amigos y discípulos. Nunca sabremos cómo discurrió aquel banquete, pero intuimos que Jesús propició que Mateo y sus amigos invitados empezaran a gustar, aunque de forma incipiente, el sabor nuevo del banquete del Reino, donde todo es distinto y donde la misericordia, la compasión, la filiación y la fraternidad lo cambian todo.
¿Vivimos como Mateo el don y regalo de la llamada que también a nosotros nos ha hecho el Señor?
¿Invitamos, como él, a los amigos, aunque no piensen como nosotros, a celebrar lo que, sin mérito alguno, se nos ha ofrecido y hemos aceptado?
Fray Hermelindo Fernández Rodríguez 
La Virgen del Camino 

No hay comentarios.:

Publicar un comentario